Introducción: – La sabiduría del Líder

“Dios de mis antepasados, Señor de misericordia, que hiciste todas las cosas con tu palabra, y con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas gobernase el mundo con santidad y justicia y juzgase con rectitud de espíritu; dame la Sabiduría entronizada junto a tí que se sienta junto a tu trono, y no me excluyas de entre tus hijos.

Porque soy siervo tuyo, hijo de tu esclava, un hombre débil y de vida efímera, incapaz de comprender el derecho y las leyes. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hombres, si le falta la Sabiduría que de ti procede, será tenido en nada.

Tú me elegiste como rey de tu pueblo, para gobernar a tus hijos y a tus hijas; tú me encargaste edificar un santuario en tu monte santo y un altar en la ciudad donde habitas, a imitación de la Tienda santa que preparaste desde el principio.

Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba a tu lado cuando hacías el mundo, que sabe lo que te agrada, y lo que es conforme a tus mandamientos. Envíala desde el santo cielo, mándala desde tu trono glorioso para que me acompañe en mis empresas y me protegerá con su gloria. Así mis obras serán aceptables, juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre.

Pues, ¿Qué hombre puede conocer la voluntad de Dios? ¿Quién puede considerar lo que el Señor quiere? Los pensamientos humanos son mezquinos y nuestros proyectos caducos; pues el cuerpo corruptible agobia el alma y la tienda terrenal abruma la mente reflexiva.

Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la tierra y con dificultad encontramos lo que está a mano, ¿Quién puede conocer tu voluntad, si tú no le das sabiduría y le envías tu espíritu santo desde el cielo? Así se enderezaron los caminos de los habitantes de la tierra, los hombre aprendieron lo que te agrada y se salvaron gracias a la sabiduría”. (Sabiduría 9)