III.- Receptividad

Todo está en la receptividad (Dr. Vittoz)
La receptividad es un estado activo y consciente a lo que se recibe, y pasivo a todo lo demás. Tener conciencia de un acto no es pensar en él, sino sentirlo. Recibir sensaciones conscientes comprende no solamente la simple excitación de los sentidos por el ruido, color, dureza, etc., y la consiguiente transmisión de las corrientes nerviosas hasta los centros cerebrales, sino también la vivificación de las sensaciones, la conciencia clara de las mismas y el dejarlas archivadas en la memoria.

El darse cuenta, el ser consciente de algo externo al Yo, de un acto, de un objeto real, no supone esfuerzo alguno ni interpretación propia o ajena del objeto o acto. Es un recibir inmediato, un acoger espontáneo, libre de todo pensamiento y emoción. Tales sensaciones, de fuera para adentro, no frustradas por la distracción, ni alteradas por pensamientos o razonamientos subjetivos, son tonificadoras del cerebro y del sistema nervioso; producen paz, alegría, tranquilidad y reposo. Dejamos obrar a la naturaleza. Es el mundo objetivo que entra en nosotros y nos enriquece con todas sus bellezas.

Si sabes recibirlo en tu interior, te alegrará y apaciguará el azul del cielo, la paz de la noche estrellada, la hermosura y variedad de las flores, la frescura del aura matinal, el susurra de la fuente, el silbido del viento, el verdor de los campos, el trinar de los pájaros, los cantos de los niños inocentes.

Muchas personas, máxime los nerviosos, preocupados, apasionados y casi todos los enfermos psíquicos, rara vez tienen sensaciones nítidas. Viven en su mundo subjetivo triste e irreal. Salen poco al mundo exterior, hermoso y alegre, como criado por la Belleza Infinita, y cuando salen, modifican sus sensaciones con pensamientos extraños, subjetivos, exagerados.

Actos conscientes
Los ejercicios de receptividad visual, auditiva, táctil, se pueden aplicar a la vida ordinaria: hacer conscientemente algo de lo que antes hacíamos sin darnos cuenta.
Por ejemplo: Oye el agua que fluye en el lavabo o en la ducha. Siente las medias en las piernas, los zapatos en los pies cuando te calzas. En tus manos siente el asidero del cajón o de la puerta, cuando los abres o cierras, o la barandilla de la escalera. Cuando salgas siente el viento en el rostro, los pasos que vas dando, la propia respiración, el aire que entra, el pecho que se llena, etc., etc. Haz con paz algo de esto.

El ideal seria sentirlo todo; ser mero receptor mientras no se necesite pensar. Pero esto implicaría para algunos esfuerzo, tensión, tal vez obsesión, sobre todo en los principios. Lo que seria convertir la medicina en veneno. Seamos, pues, realistas. Cuando no tengas que pensar, discurrir, proyectar, leer, etc., aprovecha esos ratos libres para sentir algo.

La primera sensación percibida será la más consciente. Cuida al mismo tiempo que los músculos de la frente y de los ojos estén sueltos y relajados, pues cuando hay tensión neuromuscular, fácilmente habrá también tensión síquica y, con ella, falta de paz en las sensaciones; y al revés: si los músculos se aflojan, también el espíritu tiende a aliviarse.

Ejercítate en estas sensaciones varias veces por la mañana y por la tarde, por ejemplo, en tres o cinco ocasiones, distintas, empleando en ello dos o tres minutos cada vez, recibiendo tres o mas sensaciones por cada sentido. Realiza en lo posible el “haz lo que haces”, es decir, que te des cuenta nítida de lo que estás haciendo.

Efectos beneficiosos de la receptividad
Como esos ejercicios no implican trabajo alguno, sino sólo descanso y paz, no hay inconveniente en multiplicarlos, v. gr., 20 cada hora, (ya que cada ejercicio sólo dura unos segundos).

El pensar inconscientemente tiende a ser impreciso, atropellado y obsesionante. “Nos bulle el cerebro”, repiten a menudo los nerviosos. Cuanto más lo vayan frenando por estas paradas mediante las sensaciones y actos voluntarios conscientes, tanto más tranquilas, nítidas y normales serán sus ideas, pues reflejarán más el mundo exterior. Su facultad de mirar a ese mundo exterior, se desarrollará más y más, y sentirán mejor la impresión de “realidad” que antes les faltaba. En pocos días de sensaciones conscientes notarán mayor paz y alegría. El mundo les aparecerá más hermoso ya que les impresionará tal cual es en sí, sin las modificaciones tristes de su inconsciente descontrolado.

Así me lo afirmaba una persona muy deprimida: “Después de diez días de sensaciones
conscientes, me siento otra; el mundo me parece alegre y hermoso”. Es que antes lo miraba bajo el prisma de sus pensamientos tristes, o tal vez lo miraba, pero no lo veía; no se daba cuenta de lo que llegaba a su retina. Con este ejercicio se han curado muchos nerviosos y han adquirido más paz y dominio muchos sanos.

El Dr. François Ledoux presentó en 1960, en el Congreso de sicosíntesis de Villeneuve, Suiza un trabajo sobre “Desarrollo de la personalidad por la receptividad”. De él entresacamos abreviándolo el siguiente caso:  Una señora de 52 años. Postrada, mirada apagada, palabras sin vida, sin interés por la existencia; incapaz de concentrarse, ni del mínimo trabajo psíquico o físico; jaquecas desde los 17 años; frigidez desde hace 6 años; insomnio total desde hace 18 meses, a pesar de fuertes dosis de barbitúricos; agudas fobias al ruido y crisis de diarreas al viajar.

Después de cuarenta y ocho horas de tratamiento por las sensaciones y actos conscientes, hubo ligera distensión y mirada algo más viva. A los ocho días no toma más calmantes y duerme varias horas. Al mes duerme nueve horas seguidas, y encuentra gusto en la vida. A los dos meses la frigidez, jaquecas y diarreas desaparecen. Tolera el ruido y la agitación a su alrededor. A los tres meses y medio comienza de nuevo a enseñar matemáticas dos horas al día. Un año después reemprende con plena dedicación su vida profesional. Han desaparecido todos los síntomas.

Aplicaciones para vencer repugnancias
Ante un manjar común de cualquier país, si sientes apetito y eres mero receptor encontrarás agrado al percibir su sabor. Pero, si eres emisor y antes de probarlo o mientras o pruebas, piensas en su color semejante al que te repugna, o recuerdas las manos sucias del cocinero, o la mosca que cayo en el plato, entonces la percepción en tu paladar fue influenciada por tus pensamientos negativos, no fuiste mero receptor, sentiste repugnancia.

Ante, una bebida: agua, leche, vino, si eres mero receptor del sabor sentirás agrado. Pero… una experiencia de China: Viajaba en barca con tres alumnos. Al mediodía saqué mi termo y bebí un vaso de leche caliente. Ellos mostraron deseos de imitarme y les di su vaso que tomaron con gusto. Poco después me preguntaron qué era aquello tan bueno. Al decirles que era leche de vaca, acordaron lo malo que habían oído de ella en casa, empezaron a sentirse mal y la devolvieron.

Ante un desconocido si estás como mero receptor de su fisonomía, talla o voz probablemente sentirás agrado y paz. Pero si al ver su vestido y oír su voz vives inconscientemente el gran susto o desagrado que tuviste en tu infancia ante una persona parecida, estás siendo emisor y transfiriendo a este desconocido el temor o aversión de tu infancia.

¡Cuántas fobias, transferencias, reflejos condicionados, etc., se podrían evitar o curar si percibiésemos el mundo exterior tal cual es. Todo es del color del cristal con que se mira, dijo el poeta. Quiere decir que todo puede quedar modificado y con frecuencia distorsionado si no somos meros receptores, si estamos pensando mientras miramos.

¡ATENCION! Estos y los demás ejercicios que proponemos en la primera parte no son para ocasionarnos tensión, preocupación u obsesión, sino al contrario, para aliviarnos, tomándolos con alegría y optimismo. Son como una gimnasia psíquica que nos devolverá pronto la paz, el descanso y la alegría, según los vayamos haciendo cada día con mayor naturalidad y perfección.

Tampoco hay que temer que al sentir nuestros actos o movimientos los perturbemos, o destruyamos su espontaneidad o la del hábito. Este peligro se daría si en lugar de ser conscientes o meros receptores de lo que en nosotros pasa, estuviésemos pensando en lo que hacemos o vamos a hacer, es decir, si somos emisores.

Los pintores chinos antes de pintar se retiran a la montaña para contemplar y sentir la naturaleza, dejando la entrar en sí con todas sus bellezas y modalidades, para después trasladarlas al lienzo tal como las sintieron, por eso tienen tanta vida y sentimiento sus cuadros. Este dejar entrar dentro de sí las bellezas exteriores es la primera cualidad del pintor y del poeta.