VI.- Sentimientos y emociones

Si el error intelectual lleva a muchos al precipicio del mal y de la desgracia, la afectividad desenfrenada es, sobre todo, responsable de las tragedias psíquicas.

Las sensaciones o experiencias externas o internas, afectan a una gran parte sensible de nuestro organismo. Las imágenes o ideas meramente especulativas interesan al entendimiento; las decisiones, a la voluntad. Son reacciones parciales del ser humano y pasan sin más consecuencias al archivo de nuestra memoria.

Pero hay experiencias, ideas y recuerdos con cargas afectivas de temor o de esperanza, de alegría o tristeza, de odio, ira, amor, etc., que afectan a todo el ser; que no pasan tan pronto; que parecen incrustarse en nuestro cuerpo y tienden a continuar en nuestra alma, influenciando nuestra personalidad. Son los sentimientos y emociones en los que vibran nuestros nervios y todo nuestro ser ante la felicidad o su ausencia: emociones positivas ante la dicha real o imaginaria; emociones negativas, ante la desdicha.En los sentimientos, la reacción es suave conservando nuestro ritmo y normalidad fisiológica. Pero en las situaciones de emergencia surge la emoción que modifica ese ritmo y activa la fuerza muscular y hormonal. Esta vibración total es necesaria al normal desarrollo y al funcionamiento equilibrado del organismo y del psiquismo. Sin suficiente amor, seguridad y alegría, el niño crece defectuoso o anormal. Cuando en la infancia ha faltado este alimento emocional aparecerá más tarde un joven inadaptado social, con frialdad e insatisfacción afectiva, con exagerada tendencia al odio o tristeza, o bien un tímido, apocado o indeciso, o un pesimista y frustrado; lo mismo que una infancia desnutrida produce un candidato a la tuberculosis.