LA MISIÓN MEDIO PARA ALCANZAR NUESTRA ARMONIA INTERIOR
La Misión es un gran sueño de juventud realizado en la edad madura. (Alfredo de Vigny). La misión es medicina, fuerza, alegría, actividad, descanso, salud. Es lo que hace a los genios, a los héroes, a los santos.
¿Qué es?
Distingamos el ideal objetivo, lo que es la misión en sí: la politica, la educación, los medios de comunicación, la ciencia, el arte, la santidad, el bien de la patria, etc.,. El ideal subjetivo es esa tendencia, la inclinación, el deseo muy intenso y permanente que Dios ha puesto en nuestro corazón hacia ese objetivo.
Herramientas para ayudar a escoger la misión
1) Conocerla: Se requiere una idea grande, una misión, una idea concreta y constante, un blanco, un fin, un gran bien que sea nítido, claro y constantemente previsto. Es una idea fija, una atención permanente con todo el poder de concentración y de acción que esto implica. “Tener al hombre de una sola idea”, dice la sabiduría popular.
2) Elemento afectivo: Es una tendencia fija, instintiva, sensible y espiritual sumamente intensa, hacia ese bien que se presenta constantemente como llenando las aspiraciones de nuestro ser. Deseo que atrae a sí las inclinaciones afines y neutraliza las opuestas.
3) Elemento volitivo y ejecutivo: Ese conocimiento y sentimiento permanente por la misión, requiere además una voluntad, y con esto la misión adquiere nueva fuerza y constancia, y se traduce en actos repetidos en busca de ese bien (consecuencia natural de la idea fija que lleva al acto, y de la tendencia constante a él).
Ideal falso o pasion desenfrenada
Es también un deseo, una tendencia en estado violento y constante, y por eso tiene tanta fuerza, pero es deseo de un mal, que se presenta, como un bien. Por ejemplo: la pasión sexual, la pasión del dinero, la de la bebida, la ambición de poder etc., buscan un bien, el placer, el bien momentáneo y físico de una tendencia, de un sentido; esa idea fija, asociada a los recuerdos y sentimientos del placer ya experimentado, llena el campo de la conciencia y no deja reflexionar que aquel bien momentáneo, parcial, de una parte de nuestro ser, acarrea un mal duradero y general de nuestro cuerpo, o, si se trata de un placer prohibido, acarrea el mal moral, el mal del alma y finalmente el mal físico que nos llevan a una existencia desgraciada o lo que es peos a una eternidad desgraciada.
La pasión mala desune, desarmoniza al hombre, haciéndole buscar un bien parcial que no puede saciar su tendencia instintiva al bien total. Como consecuencia, causa dolor íntimo, sentimiento de tristeza, inquietud, descontrol psíquico. El YO no se siente seguro, no se encuentra en su camino.
Efectos positivos de tener una misión
Por el contrario, el misión noble da unidad, armonía, vigor y plenitud a nuestra vida, aumentando la perfección física y psíquica de nuestros actos. La unidad de pensamiento y de deseo acaba con las ideas parásitas, facilitando la concentración, dando al trabajo y al estudio, su agrado y rendimiento máximo.
El mono-ideísmo, tener una sóla idea, una sóla misión, no fatiga, y, siendo agradable, ayuda a descansar. Por eso la misión, que nos hace pensar constantemente en lo que mucho deseamos, es fuente de descanso y de alegría. Incluso, para educarnos y perfeccionarnos, ¡qué fuerzas desarrolla la misión! ¡A cuántos tímidos hizo héroes el ideal patriótico! El de la ciencia o de los descubrimientos, ¡qué constancia y agrado en superar dificultades no ha producido! El de la santidad o del sacerdocio y aun el de la familia cristiana, ¡a cuántos jóvenes conservo sin mancha entre los cenagales de la sensualidad!
Así, en la misión de consolar a Jesucristo en sus miembros enfermos o inválidos, ¡qué holocaustos de abnegación tan maravillosos hay en los hospitales y entre los más pobres! ¿Y el de conquistarle nuevos pueblos y naciones y salvarle almas… ? Saulo de Tarso y Francisco Javier son dos colosos de heroísmo y de grandeza sobrehumana, fruto de su misión, que arrastran en pos de sí, a millares de abnegados y valientes misioneros que hay repartidos por el mundo entero.
Es que esa tendencia, esa misión en estado permanente, atrae a sí muchas virtudes humanas afines, anulando las tendencias contrarias, o debilitandolas, no dando lugar en su mente al pensamiento que las alimentaría. La felicidad, por su parte, gana mucho con esa unidad y exuberancia de vida intelectiva y afectiva que brota de la misión, con la natural alegría de los actos perfectos y con la profunda satisfacción que sigue al mérito y al bien moral.
Iñigo de Loyola cae herido en Pamplona. Su ideal humano y caballeresco se convierte, al contacto con los libro Flos Sanctorum y Vida de Cristo, en misión divina: “La mayor Gloria del Gran Rey”. Su vida se transforma en eficiencia asombrosa, en paz inalterable, en heroísmo sobrehumano.
Escoger la misión
1.º La misión no es nuestro bien total, sino que debe facilitar y secundar, nuestro último fin: la vida eterna. El bien total al que debemos conducir nuestra vida terrena es que nos prepare para la vida eterna. César, Alejandro Magno, Napoleón, tuvieron una misión de conquista que dio unidad y eficacia a sus vidas; pero como el bien anhelado no era total, no satisfacía a toda el alma, y aparte de eso, traía el mal para muchos individuos y pueblos, no pudieron encontrar en él su felicidad, y los tres nos dejaron palabras de desengaño.
Cicerón, Demóstenes, tuvieron la misión de alcanzar la elocuencia para dirigir la patria y corregir los abusos, y este bien constantemente previsto y deseado les hizo superar dificultades, conseguir grandes éxitos y gozar profundas satisfacciones. Sin embargo se les infiltraron objetivos más bajos. Tampoco esto llenaba las aspiraciones de todo su ser.
2.º La misión debe estar de acuerdo con nuestras aptitudes, con nuestra personalidad. Menéndez y Pelayo, al ver la leyenda negra esparcida en el mundo de la historia sobre el catolicismo español del siglo de oro, concibió el ideal de defender a su patria y a su religión de tantas calumnias, y estudió y supero a sus condiscípulos en ciencia y en elegancia de estilo, y asombró al mundo con sus libros. Vivió con intensa alegría al escribir su maravillosa “Historia de los Heterodoxos Españoles”. Murió feliz e íntimamente satisfecho.
3.º La misión se tiene que hallar fuera de nosotros y ser superior a nosotros. De lo contrario podríamos decir lo que aquel novelista: “Carlitos es un pequeño estado limitado al norte, sur, este y oeste por Carlitos”. Si la misión es nuestro cuerpo, sus límites son verdaderamente estrechos: corrupción y muerte a los pocos años.
El misión general de la vida es el desarrollo de todo el ser en provecho de los demás y en el servicio de Dios; es la transformación de nuestros instintos en espiritualidad y en amor superior; es vivir en sí y no fuera de sí, en los demás y no fuera de los demás, en Dios y no fuera de Dios.
4.º La misión tiene que ser práctica, que nos lleve a realizar en el momento presente el pensamiento bueno, el fin noble que concebimos. No olvidemos que “el momento más hermoso de la vida, el más rico, el más pletórico de porvenir, el único que está en nuestras manos, es el minuto presente en el cual podemos enmendar el pasado y edificar el porvenir”; en el cual podemos glorificar al Ser Infinito, salvándole almas, y engarzar así, nuevos diamantes en su corona divina.
En resumen, nuestra misión personal, se inserta en lo que es la mayor misión de la vida, realizar en cada instante la misión de Dios, es decir, su santísima voluntad: Sentirse en todas las cosas en armonía con el pensamiento del Creador, con su sabiduría infinita. Que vivamos con plenitud y gozo: vida física saludablemente conservada. Vida moral, sin claudicaciones: deber, justicia, verdad. Vida intelectual seria y ordenada. Vida del corazón con dos movimientos: para darse y guardarse. Pero sobre todo, vida espiritual intensa, clara y profunda, primeramente interior, para ser luego apostólica. Vida también con gozo: que el servir, orar y aun sufrir, entran, deben entrar en el gran gozo que es Dios.
5.º La misión tiene que ser concretada y sintetizada en pocas palabras para repetirlas con frecuencia. San Juan Berchmans comprendió el heroísmo del deber cumplido con perfección aun en las cosas más pequeñas: “Maximus in minimis”, se dijo, “seré eximio en las cosas menudas” , y llegó a santo a los 22 años. Estanislao de Kostka, héroe y santo a los 18 años, se lo concretó así : “No he nacido para las cosas presentes sino para las futuras, para las más grandes” (Ad altiora natus sum).
Si Dios, hubiera tenido que buscar una misión perfecta la hubiera hecho, como la hizo, encarnandose en el Hombre-Dios, Jesús. Es un hecho que la grandeza suprema, la Bondad sin límites, la Verdad eterna, la Hermosura infinita, Dios, no sólo se ha hecho hombre, nuestro igual, nuestro compañero, nuestro modelo de misión, sino que el precio de su misión ha sido la Cruz, alimento de nuestras almas en la Eucaristía.
Pues bien, este Hombre-Dios, Jesus, con la misión de misiones entre sus manos, con todos los derechos de Creador y Redentor, de excelencia, sabiduría y bondad para reinar en el tiempo y en la eternidad, no sólo no es amado y obedecido por todos, sino que muchísimos lo desconocen, lo olvidan y lo ultrajan, y aun no pocos de los que se dicen suyos, le ofenden, o sólo le dan los restos de su amor. El, con todo, en vez de fulminar sentencia de condenación, se rasga el pecho, nos muestra su Corazón herido, pero lanzando llamas de amor, nos dice: “Tú al menos ámame, consuélame y hazme reinar”. Sí, con estas palabras te está llamando a una misión, porque hay muchos de los suyos que la han olvidado o traicionado en estos tiempos.
Si tu realizas la misión que te ha encomendado, El por su parte promete que cuidará de tu bien temporal y eterno; de tu salud, vida, familia, negocio; de tu alma, virtud, y salvación eterna, en la medida que nosotros cuidemos de darle gusto y gloria. Aceptado el pacto, toda preocupación, escrúpulo, fobia, miedo, desaparece, ya que Otro, que comprende mejor que nosotros dónde está nuestro bien supremo, y que quiere y puede procurárnoslo, se ocupa de ello.
Elementos de la misión
1.º Entregar el pasado a la Misericordia de Dios y el futuro a Su Providencia, para vivir alegres en el presente. Entregarle el cuerpo y el alma para que los cuide y disponga de todo según su voluntad.
2.º Tomar como único ideal en cada instante, darle el mayor gusto posible por el deber cumplido, por la caridad con el prójimo, por el apostolado, por la oración fervorosa. Tu lema será : “Rey amantísimo, amado y ultrajado: todo y siempre para mejor amaros, consolaros y glorificaros”.
3.º Libertado el corazón de otras tendencias, preocupaciones y deseos, hay que entronizárlo a El en nuestro corazón, haciéndole rey absoluto y soberano, para consolarle de la herida agudísima que le causan las almas escogidas que no le reciben o que sólo le dan un rincón del corazón.
4.º Sentir su presencia llena de amor para nosotros, adorarle, hacerle compañía en este templo vivo que es nuestro cuerpo, y sobre todo consultarle sus deseos y pedirle órdenes, dejándole reinar en nuestros sentidos, potencias, afectos y obras. Además de las promesas maravillosas hechas obtendremos de su Corazón: bendición en sus empresas, paz, fervor, santidad, salvación eterna, apostolado eficaz…
Psíquicamente, conseguiremos la unificación de nuestra vida, por medio de esta misión, sublime y realizable en cada momento, dominaremos la dualidad penosa que muchas veces se da en nuestro pensamiento y en nuestro actuar, eleminaremos las fobias y preocupaciones. Conseguiremos la plenitud consoladora de vida intelectual y afectiva, conociendo, amando y poseyendo a la Verdad y Bondad infinita, al Dios-Hombre que vive dentro de nosotros. y se rasga el pecho para mostrarnos su Corazón angustiado por la pena de que no le permitamos hacernos mayor bien.
Este corazón feliz, dominado por los intereses y por la persona de Aquel que le tomó en posesión, que reina totalmente en su seno, y que le comunica su propia paz, felicidad y vida, es como el cristal de un lago sereno y limpio.