VIII.- Escoger mi misión en la vida

¡Vida grande!: es un gran sueño de juventud realizado en la edad madura.
Alfredo de Vigny

Una misión, un ideal, resume los consejos de este libro. Es medicina, fuerza, alegría, actividad, descanso, salud. Es lo que hace a los genios, a los héroes, a los santos.

¿Qué es?

Distingamos el ideal objetivo, la misión: la política, el periodismo, la ciencia, el arte, la santidad, el bien de la patria, etc.,. El ideal subjetivo es una tendencia, una inclinación, un deseo muy intenso y permanente hacia ese objeto.

Elementos de la misión:

1) Elemento cognoscitivo.- Ante todo, como parece indicarlo su nombre, se requiere una idea grande, una misión, idea concreta y constante, un blanco, un fin, un gran bien nítida, clara y constantemente previsto. Es una idea fija, una atención permanente con todo el poder de concentración y de acción que esto implica. “Tener al hombre de una sola idea”, dice la sabiduría popular.

2) Elemento afectivo (es un requisito característico).- Es una tendencia fija, instintiva, Sensible y espiritual al mismo tiempo y sumamente intensa hacia ese bien que se presenta constantemente como llenando las aspiraciones de nuestro ser. Deseo que atrae a sí las inclinaciones afines y neutraliza las opuestas.

3) Elemento volitivo y ejecutivo.- Esa atención y sentimiento permanente es querido por la voluntad y con esto adquiere nueva fuerza y constancia, y se traduce en actos repetidos en busca de ese bien (consecuencia natural de la idea fija que lleva al acto, y de la tendencia constante a él).

Ideal falso o pasión desenfrenada
Es también un deseo, una tendencia en estado violento y constante, y por eso tiene tanta fuerza, pero es deseo de un mal, que se presenta, por supuesto, como un bien, v. gr: la pasión sexual, la pasión del juego, la de la bebida, la ambición, etc., buscan un bien: “el placer, el bien momentáneo, físico, de una tendencia, de un sentido; esa idea fija, asociada a los recuerdos y sentimientos del placer ya experimentado, llena el campo de la conciencia y no deja reflexionar que aquel bien momentáneo, parcial, de una parte de nuestro ser, acarrea tal vez por la enfermedad, el mal duradero y general de nuestro cuerpo, o, si se trata de un placer prohibido, acarrea el mal moral, el mal del alma, el pecado y finalmente el mal físico, definitivo, del cuerpo y del alma en la eternidad desgraciada.

La pasión mala desune, desarmoniza al hombre, haciéndole buscar un bien parcial que no puede saciar su tendencia instintiva al bien total. Como consecuencia, causa dolor íntimo, sentimiento de tristeza, inquietud, descontrol psíquico. El YO no se siente seguro, no se encuentra en su camino.

Efectos de la misión:
Por el contrario, el misión noble da unidad, armonía, vigor y plenitud a nuestra vida, aumentando la perfección física y psíquica de nuestros actos. La unidad de pensamiento y de deseo acaba con las ideas parásitas, facilitando la concentración y dando al trabajo y al estudio su agrado y rendimiento máximo.

El monoideísmo, como decíamos en la primera parte, no fatiga, y, siendo agradable, ayuda a descansar. Por eso la misión, que nos hace pensar constantemente en lo que mucho deseamos, es fuente de descanso y de alegría. De ahí que en el “surmenage” se procura encontrar las aficiones o ideales del paciente para ayudarle a descansar. Para educarnos y perfeccionarnos, ¡qué fuerzas desarrolla la misión! ¡A cuántos tímidos hizo héroes el ideal patriótico! El de la ciencia o de los descubrimientos, ¡qué constancia y agrado en superar dificultades no ha producido! El de la santidad o del sacerdocio y aun el de la familia cristiana, ¡a cuántos jóvenes conservo sin mancha entre los cenagales de la sensualidad!

La misión de consolar a Jesucristo en sus miembros enfermos o inválidos, ¡qué holocaustos de abnegación no suscita y sostiene en asilos y hospitales! ¿Y el de conquistarle nuevos pueblos y naciones y salvarle almas… ? Saulo de Tarso y Francisco Javier son dos colosos de heroísmo y de grandeza sobrehumana, fruto de este ideal, y que arrastran en pos de sí, a millares de abnegados y valientes misioneros

Es que esa tendencia en estado permanente atrae a sí las otras inclinaciones no opuestas y se las asocia. Y a las contrarias, o las anula, o las debilita, no dando lugar en su mente al pensamiento que las alimentaría. La felicidad, por su parte, gana mucho con esa unidad y exuberancia de vida intelectiva y afectiva que brota de la misión, con la natural alegría de los actos perfectos y con la profunda satisfacción que sigue al mérito y al bien moral.

Iñigo de Loyola cae herido en Pamplona. Su ideal humano y caballeresco se convierte al contacto del Flos Sanctorum y de la Vida de Cristo en misión divina: “La mayor Gloria del Gran Rey”. Su vida se transforma en eficiencia asombrosa, en paz inalterable, en heroísmo sobrehumano.
Escoger la misión:

1.º Misión que no esté en pugna con nuestro bien total, es decir, con nuestro último fin, sino que lo secunde y facilite. La misión de esta vida es preparar la otra. César, Alejandro Magno, Napoleón, tuvieron una misión de conquista que dio unidad y eficacia a sus vidas; pero como el bien anhelado no era total, no satisfacía a toda el alma, y aparte de eso traía el mal para muchos individuos y pueblos, no  pudieron encontrar en él su felicidad y los tres nos dejaron palabras de desengaño.

Cicerón, Demóstenes, tuvieron la misión de alcanzar la elocuencia para dirigir la patria y corregir los abusos, y este bien constantemente previsto y deseado les hizo superar dificultades, conseguir grandes éxitos y gozar profundas satisfacciones. Sin embargo se les infiltraron objetivos más bajos, y tampoco esto llenaba las aspiraciones de todo su ser.

2.º Que esté de acuerdo con nuestras aptitudes, con nuestra personalidad. Menéndez y Pelayo, al ver la leyenda negra esparcida en el mundo de la historia sobre el catolicismo español del siglo de oro, concibió el ideal de defender a su patria y a su religión de tantas calumnias, y estudió y supero a sus condiscípulos en ciencia y en elegancia de estilo, y asombró al mundo con sus libros y vivió intensa alegría al escribir su maravillosa “Historia de los Heterodoxos Españoles”, y murió feliz e íntimamente satisfecho.

3.º Que se halle fuera de nosotros y sea superior a nosotros. De lo contrario podríamos decir lo que aquel novelista: “Carlitos es un pequeño estado limitado al norte, sur, este y oeste por Carlitos”. Si la misión es nuestro cuerpo, sus límites son verdaderamente estrechos: corrupción y muerte a los pocos años.

El misión de la vida es el desarrollo de todo el ser en provecho de los demás y en servicio de Dios; es la transformación de nuestros instintos en espiritualidad y en amor superior; es vivir en sí y no fuera de sí, en los demás y no fuera de los demás, en Dios y no fuera de Dios.

4.º Que sea práctico, que nos lleve a realizar en el momento presente el pensamiento bueno, el fin noble que concebimos. No olvidemos que “el momento más hermoso de la vida, el más rico, el más pletórico de porvenir, el único que está en nuestras manos es el minuto presente en el cual podemos enmendar el pasado y edificar el porvenir”; en el cual podemos glorificar al Ser Infinito y, salvándole almas, engastar nuevos diamantes en su corona divina.

No es perfecto el ideal que no se puede realizar en cada instante y que no esté al abrigo de cualquier contingencia. Por eso, cuando algún contratiempo, una enfermedad nos lo impida, digamos con Adela Kann: “Si no puedo ahora realizar mi misión, quiero por lo menos idealizar mí realidad”, es decir, ver lo sublime de ese dolor.

La mayor misión de la vida es realizar en cada instante la misión de Dios, es decir, su santísima voluntad. O lo que es lo mismo: sentirse en todas las cosas en armonía con el pensamiento del Creador, con su sabiduría infinita. Que vivamos con plenitud y gozo: vida física saludablemente conservada. Vida moral, sin claudicaciones: deber, justicia, verdad. Vida intelectual seria y ordenada. Vida del corazón con dos movimientos: para darse y guardarse. Pero sobre todo, vida espiritual intensa, clara y profunda, primeramente interior, para ser luego apostólica. Vida también con gozo: que el servir, orar y aun sufrir, entran, deben entrar en el gran gozo que es Dios.

5.º Hay que concretarlo y sintetizarlo en pocas palabras para repetirlas con frecuencia.
Juan Berchmans comprendió el heroísmo del deber cumplido con perfección aun en las cosas más pequeñas: “Maximus in minimis”, se dijo, “seré eximio en las cosas menudas” , y llegó a santo a los 22 años.

Estanislao de Kostka, héroe y santo a los 18 años, se lo concretó así : “No he nacido para las cosas presentes sino para las futuras, para las más grandes” (Ad altiora natus sum). A manera de ejemplo, proponemos para las personas creyentes y espirituales la misión de la misiones:

Si Dios, infinitamente perfecto, hubiera de encarnar, ese Hombre Dios sería el ideal de la humanidad. Pues bien, es un hecho que la grandeza suprema, la Bondad sin límites, la Verdad eterna, la Hermosura infinita, Dios, no sólo se ha hecho hombre, nuestro igual, nuestro compañero, nuestro modelo, sino también ha querido ser precio de nuestro rescate en la Cruz, alimento de nuestras almas en la Eucaristía y nuestro premio en el cielo.

Este Hombre-Dios, con todos los derechos de Creador y Redentor, de excelencia, sabiduría y bondad para reinar en el tiempo y en la eternidad, no sólo no es amado y obedecido por todos, sino que muchísimos le desconocen, le olvidan y le ultrajan, y aun no pocos de los que se dicen suyos le ofenden o sólo le dan piltrafas de corazón (los restos de su amor).

El, con todo, en vez de fulminar sentencia de condenación, se rasga el pecho, nos muestra su Corazón herido, pero lanzando llamas de amor, y nos dice: “Tú al menos ámame, consuélame y hazme reinar”.

El por su parte cuidará de nuestro bien temporal y eterno; de nuestra salud, vida, familia, negocio; de nuestra alma, virtud, salvación eterna, en la medida que nosotros cuidemos de darle gusto y gloria.

Aceptado el pacto, toda preocupación, escrúpulo, fobia, desaparece, ya que Otro, que comprende mejor que nosotros dónde está nuestro bien supremo, y que  quiere y puede procurárnoslo, se ocupa de ello.

Elementos de la misión:
1.º Entregar el pasado a Su Misericordia y el futuro a Su Providencia, para vivir alegres en el presente. Entregarle el cuerpo y el alma para que los cuide y disponga de todo según su voluntad.
2.º Tomar como único ideal en cada instante, darle el mayor gusto posible por el deber cumplido, por la caridad con el prójimo, por el apostolado, por la oración fervorosa. Su lema será : “Rey amantísimo, amado y ultrajado: todo y siempre para mejor amaros, consolaros y glorificaros”.
3.º Libertado el corazón de otros afectos, preocupaciones y deseos, entronizándole en nuestro corazón, haciéndole rey absoluto y soberano, para consolarle de la herida agudísima que le causan las almas escogidas que no le reciben o que sólo le dan un rincón del corazón.
4.º Sentir su presencia amorosa en nosotros por la gracia, adorarle, hacerle compañía en este templo vivo, y sobre todo consultarle sus deseos y pedirle órdenes, dejándole reinar en nuestros sentidos, potencias, afectos y obras. Además de las promesas maravillosas hechas obtendremos de su Corazón: bendición en sus empresas, paz, fervor, santidad, salvación eterna, apostolado eficaz…

Psíquicamente conseguiremos:
1.º Cambiar el dolor en alegría viéndolo muy atractivo: ya que el Rey, Sabiduría infinita, escogió para sí el sufrimiento, está coronado de espinas y pide víctimas que le ayuden con el sufrimiento voluntario a aplacar la justicia de Dios y salvar las almas.
2.º Conseguiremos la unificación de nuestra vida, por medio de este ideal sublime y realizable en cada momento. Dominaremos la dualidad penosa, las fobias y preocupaciones, el dolor subjetivo.
3.º Conseguiremos la plenitud consoladora de vida intelectual y afectiva, conociendo, amando y poseyendo a la Verdad y Bondad infinita, y del modo más atractivo e íntimo, cual es el de un Dios-Hombre que vive dentro de nosotros y se rasga el pecho para mostrarnos su Corazón deshaciéndose en llamas de amor por nosotros y angustiado por la pena de que no le permitimos hacernos mayores bienes.

Este corazón feliz, dominado por los intereses y por la persona de Aquel que le tomó en posesión y reina totalmente en su seno, y que le comunica su propia paz, felicidad y vida, es como el cristal de un lago sereno y limpio. Los acontecimientos humanos rozarán apenas como brisa!

Directivas de salud y eficiencia:

1. Tengamos conciencia de nuestro capital psíquico y somático reconociendo la limitación de nuestras fuerzas. Y si, por un esfuerzo extraordinario o prolongado, lo hemos disminuido, sepamos reponerlo a tiempo por el descanso proporcionado. No prolonguemos mas de dos horas la concentración de la atención sin unos minutos de sensaciones conscientes y de relajación muscular. Los enfermos, débiles y convalecientes abrevien mucho más su esfuerzo.

2. Realicemos el oficio o deber de cada día con la mayor perfección posible, es decir: con concentración, naturalidad y agrado, evitando toda tensión, precipitación y disgusto. Que hallemos en el “hacer lo que haces”, la fuerza y placer con unidad y plenitud.

3. No aspiremos a realizar al instante todo lo bueno y grande a que nuestros impulsos nos incitan, sino sólo aquello que nos incumbe, y lo que el juicio tranquilo nos muestra proporcionado a nuestras fuerzas. No aumentemos innecesariamente nuestra responsabilidad.

4. En al vida social evitemos la exagerada emulación, reconociendo y aceptando la superioridad física, intelectual o moral de otros. Si en algo queremos sobresalir, que sea sobre todo bondad, comprensión y paciencia.

5. En los contratiempos y adversidades, sepamos encontrar y considerar lo que tienen de bueno o útil para nosotros o para los demás, para el tiempo o para la eternidad; y opongamos este contrapeso a la excesiva tristeza y desaliento. Aceptar lo inevitable y fundamentar en ello nuestro ideal, es secreto de eficiencia y felicidad.

6. Evitemos la tensión proveniente de la duda o inseguridad con respecto a nuestra salud, actuación y éxito temporal o eterno, confiando en nuestras fuerzas y en la ayuda divina, y afianzándonos en la fe religiosa y tranquilidad de conciencia.

7. Utilicemos la mayor de nuestras facultades, con decisiones deliberadas, concretas y motivadas; ejecutándolas luego sin discusión ni desfallecimiento. Esto nos dará fuerza y sana personalidad.

8. Reconociendo la duplicidad de tendencias hay en nosotros, de ángel y de bestia, hagamos psiquismo superior intelectivo-volitivo domine y inferior sensitivo- apetitivo, y que el bien del todo prevalezca sobre el gusto o bien de una parte.