II.- DIFICULTADES PARA ENTENDER SU EFICACIA

Dificultad primera.-
Una gran parte de nuestros colegiales, se pierde en la universidad. Luego el fruto es efímero.

Respuesta.-El número de los que consideramos perdidos depende en parte por el modo de educarlos, no del colegio. Por espacio de muchos años, el régimen de los internados no se preocupó de educar la libertad de los alumnos, sino de no dejarlos en libertad por la posibilidad de su abuso. Preocupó más todo aquello en que hubiera posibilidad de pecado, no educar para vencer el peligro del pecado; con lo que al pasar al ambiente de los centros universitarios no pudieran resistir la prueba.

En segundo lugar, una vez salidos del colegio, los educadores se desentendieron de su suerte; como si no les interesara su porvenir. El éxito de peticiones para entrar en universidades católicas demuestra la inmensa necesidad que las familias y sus hijos sentían de esta obra complementaria de la educación.

En tercer lugar descuidamos la debida proporción entre los colegios de media y los centros de facultad superior. Hubo de los primeros muchos, y de los segundos pocos.

En  cuarto lugar, no se tuvo la debida diligencia en mandar nuestros universitarios a las asociaciones católicas, sino que fueron a ellas espontáneamente los que quisieron; los demás, no.

En quinto lugar, es falso el hecho de que de los colegiales que en la universidad se extravían, se desprenda la conclusión de que se ha perdido en ellos el fruto del trabajo. Es que se compara el fruto que vemos con el que quisiéramos ver; no comparamos el fruto que vemos ahora con el que se verá después; comparamos el fruto de la educación católica con el de la educación neutra o indiferente o irreligiosa.

Ley general es que la tierra dé lo que se siembra en ella: si cizaña, cizaña; si trigo, trigo. y ley general también que la tierra dé tanto más fruto cuanto ella sea mejor, y la semilla mejor, y el riego mejor, y la temperatura mejor.

Ahora bien, ninguna tierra mejor que el corazón del niño; ninguna semilla mejor que la palabra de Dios, ningún riego mejor que el de la lluvia de gracias divinas que se recibe en el colegio, ninguna temperatura mejor que la del ambiente escolar cuando la educación es discreta y larga. Luego el fruto de los colegios ha de ser espléndido.

Y habrá que observar si la escasez de los resultados es real o aparente; si es efecto del colegio o de los educadores; si procede de éstos o del ambiente. y si los espléndidos frutos de la educación en los colegios necesitan para su conservación instituciones complementarias que los aseguren.

Porque si un pintor pinta cuadros maravillosos, o un escultor labra esculturas magníficas, sería insensatez negar su arte exquisito y el mérito de sus obras, porque acabadas de hacer se expusieran a la intemperie y al mal trato de manos iconoclastas. Ojala que al cabo de unos años de educación de nuestra juventud, podamos ver el inmenso fruto de tantos años de labor callada y de sacrificios. Adondequiera que volvamos los ojos, comenzando por la política y acabando por el apostolado católico, nos encontremos con colegiales de religiosos ocupando los puestos más relevantes.

Es un error gravísimo creer que todo el fruto de la enseñanza ha de recogerse como el trigo, al cabo de un tiempo determinado, como si dijéramos en un agosto Cuando un hombre nace, ya lleva en su organismo los gérmenes de los gusanos que han de devorarle en la sepultura, y no obstante, puede ser que entre su nacimiento y su muerte medien diez, veinte, cuarenta, ochenta años, sin aquéllos desarrollarse. De la misma manera, muchas los gérmenes de santificación desarrollan al cabo de veinte, cuarenta años, en la edad madura, en la vejez, y muchas veces en la muerte. ¿Se habían perdido totalmente las ideas, los sentimientos, los recuerdos santos de la niñez, en los años de las pasiones o de los intereses calculados? De ningún modo. Estaban en lo más hondo del alma, esperando la coyuntura y el clima favorable para su desarrollo.

¿En qué consisten esos gérmenes de santificación?

Primero, en las ideas de orden moral y religioso. Ideas que caen sobre el alma del niño como una lluvia mansa, callada, continua, que le penetra y cala hasta lo más hondo, donde quedan como luces diminutas, apenas visibles si no es en noches serenas, cuando el espíritu no se halla agitado por perturbaciones de pasión o de interés.

Segundo, en los sentimientos religiosos de devoción, de paz, de temor de Dios, de dolor de los pecados, caridad para con el prójimo, de esperanza, de fe, de amor de Dios, de cariño a la Virgen María.

Tercero, en los recuerdos de amistad, de felicidad, de satisfacción por la buena conducta, y plácemes de la familia y de los educadores cuando se ha trabajado en las lides literarias, recuerdos de horas felices, de profesores amables que profesaron a sus alumnos afecto entrañable.

Las semillas de los recuerdos, la memoria de las enseñanzas santas, de las emociones santas, de los días santos por la pureza de las almas, reviven con los años, con el calor tibio de una temperatura que está formada por los desengaños de la vida y las desilusiones de la edad madura, a través de las cuales se vislumbra como una aurora llena de encantos la edad feliz de la adolescencia, pasada en compañía de amables educadores y de compañeros de felicidades infantiles.

Raro será el caso del que; educado en un colegio de religiosos, llegue al extremo de rechazar los sacramentos en la muerte, cuando ésta se presenta en la edad madura de las pasiones mitigadas.

Dificultad segunda.-
Enseñar matemáticas no es sacerdotal. Déjense, pues, esas enseñanzas a los religiosos no sacerdotes, y los sacerdotes empléense en sus ministerios propios.

Respuesta.- Es falso que enseñar matemáticas no sea ministerio en que pueda dignísimamente emplearse el sacerdote, como medio y ocasión de santificar las almas y predicarles y los sacramentos. ¿Qué argumento es el de decir que enseñar no es ministerio sacerdotal? ¿No se puede y debe enseñar virtud y religión en una clase de geometría? ¿No enseña religión el colegio del que forma parte el que enseña matemáticas?  ¿No lucha el soldado que un puente para que pase por él el artillero que dispara su cañón?

Cuando un misionero ha de hacer de albañil en una misión de infieles para levantarles capilla, ¿no enseña religión? ¿No enseña caridad, celo, humildad, sacrificio? Cuando San Pablo trabajaba curtiendo pieles para poder sustentarse a sí propio y socorrer a otros, ¿ Hacía cosas impropias del ministerio sacerdotal? Cuando Cristo, Sacerdote Eterno, trabajaba en taller de carpintería, ¿hacía cosa no conforme con su carácter sacerdotal y nos predicaba obediencia, caridad, amor al trabajo, con el ejemplo, que es mejor enseñanza que palabra?

Los colegios de sacerdotes son tan necesarios, que los que no tienen sacerdotes propios los han de tener ajenos para confesar, predicar, decir misa, etc. . y es evidente que teniendo ciertas ventajas, según su propio instituto, las congregaciones de hermanos experimentan dificultades en orden a la misma educación, por el hecho de no tener sacerdotes. . .

Dificultad tercera.-

Sobran colegios de religiosos

Respuesta 1.- No sobran, sino que faltan muchísimos. Actualmente todos están abarrotados. No pueden admitir más alumnos. Luego no sobran. Los superiores de los religiosos docentes tienen diariamente peticiones de colegios nuevos. Luego faltan.

Respuesta 2.- No sólo no sobran sino que faltan y faltarán por muchos que se funden. Faltan colegios de segunda enseñanza y faltan escuelas primarias. Muchos pueblos viven en el más completo abandono religioso; porque si hubo escuelas  en muchos pueblos, estuvieron regidas por maestros indiferentes, anticlericales o socialistas. ¿De qué sirvieron los templos en España antes de la guerra? Para que luego  los arrasaran los socialistas.

Otra cosa hubiera sido, sí en cada pueblo pequeño hubiera habido escuela católica y en cada pueblo grande colegio católico dirigido por religiosos. No sobran; Lo que falta es que se aprecie debidamente la educación cristiana y quiera cooperar al levantarMiento de buenos colegios. Muchos los quieren en los pueblos ricos, pero son pocos los ricos que cooperan a levantarlos, o si se fundan es a veces con tal estrechez, que los educadores no pueden vivir.

Dificultad cuarta.-

No hay proporción entre el fruto de los colegios y el sacrificio de trabajo y de tiempo que se les consagran.

Respuesta.- La vida en ellos es dura, sobre todo cuando se prolonga por muchos años. Una cosa es que haya ministerios más fáciles y agradables y otra que sean más sólidos y fructíferos. Educar y enseñar, cuando los educadores son pocos, los años de enseñanza muchos- y-el trabajo mucho también, es cosa de gran abnegación. Parece vida ordenada y cómoda, que no tiene las abnegaciones de las misiones vivas, ni las de la asistencia a enfermos o personas más desfavorecidas.

Pero es heroica; más de lo que ordinariamente se cree. En primer lugar, supone un trabajo incesante, diario, sin apenas solución de continuidad:  Y eso un día y otro día, hasta que acaba el curso. Vida monótona, de repetición de las mismas distribuciones, de los mismos conceptos en las y de trato con los mismos niños, inquietos, con quienes no cabe expansión, y a los cuales hay que vigilar, enseñar, educar.

Vida sin compensación sobrenatural, aparte del para la vida eterna; porque rara vez se goza del fruto visible del adelanto en la virtud, como en la conversión de los pecadores o en la muerte santa de los hospitales. La vida de los colegios es un manjar que no sabe a nada, y hay que tomarlo inapetentes y sin compensaciones naturales, tales como las del disfrute de la libertad del operario, que goza sus horas de descanso, que no le atan irremisiblemente al toque de la campana.

Un hecho evidente demuestra lo que decimos: ¿Cuántos sacerdotes se pasan veinte, treinta, cuarenta años enseñando? Muy raros. ¿Cuántos confesores se pasan confesando veinte, treinta años? Muchos. Es que la vida de enseñar es heroica y son pocos los que se sienten con vocación para ella. Por consiguiente, los maestros y educadores no tienen por qué envidiar a otros para santificarse.

Dificultad quinta.-

Nhay proporción entre el fruto obtenido por un sacerdote educador y el fruto que obtendría ese mismo sacerdote operario de una casa de ministerios.

Respuesta- Para contestar a esta dificultad, observemos:
Que la Iglesia y los santos fundadores de institutos religiosos docentes conocieron eso y, no obstante, se dedicaron a la enseñanza de sacerdotes. Luego, evidentemente, no creyeron que haciéndolo perjudicaban el bien de las almas; antes lo contrario. La cuestión puede plantearse así: ¿Qué obra es más beneficiosa: la educación en el colegio o los demás ministerios sacerdotales?

Lo que nosotros sentimos es:
1. Que ambas obras producen un bien espléndido y ambas son necesarias.
2. Que de ningún modo se ve claro cual sea de mayor bien una casa de ministerios que un colegio.
3. Que la sociedad pide más colegios que otras cosas, no sólo por la instrucción de la juventud, sino por su formación moral y religiosa.
4. Que los colegios nos dan más crédito e influjo que la predicación y las confesiones.
5. Que los colegios nos ponen en comunicación no sólo con los católicos, sino con los indiferentes, con los hostiles y aun con los infieles.
6. Que los enemigos de la fe odian más los colegios que los demás trabajos sacerdotales.
7. Que la labor más fecunda en las misiones de infieles es la de las escuelas y los colegios.
8. Que la labor de los colegios es de suyo más honda, más duradera, más completa, aunque más penosa que ninguna otra.
9. Que aunque los colegios y residencias sean necesarios, con facilidad se puede sustituir la obra de las residencias que la de los colegios; porque ni los franciscanos, ni los dominicos, ni los capuchinos, ni los carmelitas, tienen tantos colegios y educadores como predicadores y confesores.
10. Que una gran parte del fruto de las casas de ministerios se debe a la educación de los colegios, de donde salen gran parte de los que frecuentan los sacramentos y figuran en las congregaciones y piden ministerios para los pueblos y practican los ejercicios espirituales.
11. Que la generalidad de los que son directores de la sociedad e influyen en ella católicamente se han educado en colegios católicos, ya que dentro de las propias eso es casi imposible.

Dificultad sexta.-

Cristo no fundó colegios, sino que mandó a los Apóstoles que enseñaran a todas las gentes el Evangelio.

Respuesta.- Cristo no fundó colegios ni sindicatos, ni rotativos, ni hospitales de locos, ni de maternidad, ni asilos de ancianos, ni otra infinita muchedumbre de obras espléndidas que han surgido del seno de la Iglesia. Pero fundó la Iglesia, dándole espíritu, ciencia y caridad para fundar a su vez todo eso.

Dificultad séptima.-

Locolegios son organismos que limitan su influjo a un tiempo corto: el de la adolescencia. Luego su eficacia ha de ser muy pequeña.

Respuesta 1. Son organismos de influjo limitado al tiempo de la adolescencia; pero no prueba su ineficacia; porque no hay institución que los supla con un influjo mayor, ni en tiempo ni en intensidad. ¿Cuál es esa institución?

Respuesta 2. La influencia de los colegios es básica, no decisiva. Nosotros no sostenemos que basten los años del bachillerato para al hombre; decimos que después ha de haber otras obras que ayuden a completar su formación.

Respuesta 3. Tampoco es cierto que el colegio sea una obra que abandona al niño al salir de sus aulas; porque pone al alumno en los brazos maternales de la Iglesia por el conocimiento y amor que de ella recibe; por donde al salir de el colegio no queda desamparado, sino protegido por otras instituciones nacidas del mismo espíritu de la Iglesia, los centros de superior, las residencias católicas, las asociaciones religiosas, la juventud católica, etc.

Pretender que la eficacia estribaría en una organización que cogiera al alumno y no le dejase hasta la muerte, es una ilusión. Porque si un alumno puede no ser buen católico, ni cumplir sus deberes de tal, al salir del colegio, aunque deba cumplirlos, a fortiori podrá abandonar una asociación no obligatoria. Es más, en el mismo de educación tendrá derecho a no pertenecer a una organización no necesaria para salvarse.