II.- EL PESIMISMO

El pesimismo es una inclinación a juzgar de un modo sombrío. El mal del pesimismo no está en que se juzgue una situación alarmante. Está en la propensión habitual a verlo todo de un modo tétrico; en sentirse impresionado entre muchos sucesos gratos por uno desfavorable.

– Causas del pesimismo

1. La neurastenia
Esta enfermedad, que parece risible y es terrible, hace sufrir temores y angustias tan tremendas que con no rara frecuencia o degeneran en locura o en suicidio.
2. El exceso exagerado de fantasía
La demasiada imaginación propende a abultar los males que se presencian o presienten; como sucede en el silencio y oscuridad de la noche a los que están solos y oyen ruidos levísimos que se les antojan temerosos.
3. El miedo
La propensión a juzgar de ordinario sombríamente, si alguna vez se da en hombres de temple varonil, será cosa muy rara. En cambio, en los hombres para poco, es natural se produzca el sentimiento de todo lo terrorífico.
4. La falta de visión de los problemas
El que ve el problema y pone los medios, juzga serenamente y siente la satisfacción anticipada del éxito.
5. Los fracasos
¿Qué hombre avezado al mal éxito tiene posibilidad de ver otra cosa que lo que tiene incrustado en su fantasía? Todo se le presenta irrealizable.
6. El ambiente
Es moralmente imposible sustraerse al efecto deprimente de un continuo influjo de ideas pesimistas, y de contrariedades hondas de cualquier género.  Un joven que desenvuelve su vida en esa atmósfera es como una flor que se marchita a fuerza de carecer de sol, aire y riego, que en el orden moral son las ideas alentadoras, la confianza en Dios y en el esfuerzo propio bien dirigido. Hay familias optimistas y pesimistas que deben su carácter peculiar a un influjo especial de educación.
7. La condición natural
La variedad de las aptitudes y habilidades, es una riqueza inagotable, son los moldes de la naturaleza, es decir, de Dios, donde se funden las condiciones de los hombres.
Existen hombres afables y hoscos, locuaces y taciturnos, alegres y tristes, activos y haraganes; hombres positivos y soñadores, vivos como ardillas y tardos como tortugas. De todo hay en los troqueles de Dios, y entre esas diversidades de caracteres y modo de ser, pesimistas y optimistas por naturaleza.

– Efectos del pesimismo 

1. El pesimismo entristece
Quien juzga que todo está perdido y no ve sino calamidades en el porvenir, por fuerza ha de estar dominado por un sentimiento continuo de tristeza. Ahora bien: con tristeza habitual es moralmente imposible llevar a cabo ninguna misión, que requiere actividad, entusiasmo, satisfacción interior por lo que se hace y los frutos que se esperan.
2. El pesimismo enerva
Si las empresas son imposibles, o muy difíciles de llevar a cabo, lo razonable es abandonarlas; nadie quiere molestarse inútilmente o con una gran probabilidad de no lograr un éxito feliz.
3. El pesimismo es desconfiado
No confía en Dios, con cuya gracia todo se puede; no confía en sí, en el poder de una voluntad y enérgica, que es capaz de grandes cosas en bien y en mal, como lo experimentamos todos los días. No confía en los hombres, a quienes hace peores de lo que son. No confía en el pueblo, cuyas virtudes latentes quedan a sus ojos oscurecidas por hechos que no sabe interpretar justamente.
4. El pesimismo acobarda
Es causa; pero efecto también de la cobardía. Quien es medroso no se atreve a acometer las empresas. y si es valiente, por lo menos, el pesimismo le resta valor, porque así como la esperanza de la victoria aumenta el coraje, así el temor de la derrota reprime el arrojo.
5. El pesimismo es anticristiano
No se hallará en el Evangelio ni una sola frase que tienda a hacer a los hombres pusilánimes. Ningún santo fue pesimista.
6. El pesimismo es inhumano
Es un gran desconocedor de los hombres. El dicho: «Piensa mal y acertarás» es falso y degradante de la naturaleza humana. En el fondo del corazón hay menos perversidad de lo que nos figuramos. Los hombres, más que malvados, son inconscientes, ligeros, vanidosos, infelices o seducidos por el  mal. Aparecen como tigres feroces, y son borregos arrastrados por un cabecilla.
7. El pesimismo es irracional.
Si en todos los órdenes de la vida dominase el pesimismo, se habría acabado la santidad, la prosperidad de los pueblos, el trabajo, las grandes empresas de la industria, todo. Un sentimiento y una idea que conducen a esos efectos por fuerza tienen que ser contra razón y verdad.  La consideración del estado del mundo, ciertamente nada halagüeño, no es motivo para fundar en él un pesimismo desalentador.