III.- EL HOMBRE – DIFICULTADES
Hay un tipo de sujetos al que se puede llamar el Hombre-Dificultades. Es molestísimo y hay que dejarle en paz, que no haga nada, que es, en último término, lo único de que se trata. Y es el caso que el «Hombre-Dificultades» se figura que es un lince porque las ve. Pero no podemos pensar así; juzgamos que el mérito y el premio corresponden sólo al que vence los obstáculos y llega primero a la meta. Ver la solución de las dificultades y saber aplicarla, ése es mérito. Ver muchas soluciones prácticas a una dificultad, ¡eso sí que es ver!
Para contrarrestar el efecto depresivo de los «Hombres-Dificultades» debería crearse una asociación de Hombres-Soluciones». El primer artículo debería decir así: «El fin de esta asociación es formar hombres aptos para vencer dificultades. Queda absolutamente prohibido a los miembros de esta entidad exponer dificultades sin dar la solución.»
Para no ceder ante ellas, ayudarán las consideraciones siguientes consideraciones:
– Todo hombre de acción debe estar persuadido de que no hará lo que se propone sin contradicciones. Le sobrevendrán, cuando menos lo piense, de donde menos imagine: de en medio, de abajo y de arriba. Es ley general que una obra tiene tantas más y mayores dificultades cuanto sea más importante y trascendental. Un sacerdote que consagra su vida a confesar cuatro devotas, de seguro no tendrá quebraderos de cabeza. Este mismo, si se dedica a crear organizaciones de lucha contra el relativismo, o a reunir capital para una gran obra social o religiosa, que se prepare a subir con la cruz hasta el Calvario.
– En orden al vencimiento de los obstáculos en la ejecución de nuestra misión, es de importancia suma tener una visión muy clara de la posibilidad y trascendencia de la empresa que se acomete. Quien no ve claro el éxito y el valor de lo que emprende cede al primer tropiezo y contradicción.
– Tener amor intenso a las almas para salvarlas por amor de Jesucristo es tener una fuerza avasalladora, que no reconoce ni teme obstáculos de ningún género. Por ese amor y celo de las almas, San Francisco Javier superó los inmensos trabajos de su apostolado. Para salvar los tropiezos hay que imitar al agua que fluye de arriba: si no salta, da un rodeo, pero no se detiene hasta llegar al fondo.
– Pero el medio más eficaz para no ceder ante las dificultades es la educación. Hay hombres que desde niños se crían en un ambiente de facilidad de la vida que los deseduca notablemente para ella. Lo mismo en el orden económico que en el religioso, no hallan el más mínimo tropiezo que les ejercite en superar obstáculos para el cumplimiento del deber y para prepararles a la lucha de la existencia. Y así, son listos, pero no saben vivir; son buenos, pero no saben hacer nada; fueron piadosos, pero sucumbieron en el primer peligro; se arrinconaron porque tuvieron horror a la lucha. De modo que con talento, virtud, sensatez, deseo de trabajar, se amilanan y en último término resultan perfectamente inútiles para sí y para la sociedad.
Aquellos a quienes los vientos de la vida han empujado por caminos difíciles y azarosos, los de condición pobre o modesta, ésos suelen estar más capacitados para la lucha.