IV.- EL HOMBRE – PLAÑIDERA
No hay hombre que no se queje y a quien no se le deba conceder el derecho a lamentarse. ¡Es tan humano! Pero a lo que no hay derecho es a no hacer otra cosa, a pasarse la vida gimiendo y llorando por lo que se puede y no se quiere remediar. Hay hombres-plañideras, que parece lloran de oficio. ¡Cómo está el mundo! ¡Cuánta inmundicia en la TV! ¡cuánta porquería en la política! Qué ladrones son los bancos!
Nos da a todos mucha vergüenza, mucha, pero ninguno remedia el mal. ¡Un mal tan fácil de remediar! Un mal que todos detestan, el padre de familia y la mujer honrada, el español patriota y el extranjero culto, y no obstante el mal persiste y se agrava. Y se fundan asociaciones de protesta y de formación… ¿En qué consiste la persistencia de este mal tan atroz?
Bastaría que las personas dejaran de ver ciertas cadenas televisivas, o se dejara de votar a cierto partidos políticos que promulgan o no derogan leyes contrarias a la Ley de Dios, o se dejara de comprar ciertos productos para que las cosas cambiaran, y si eso no funciona, bastaría la amenaza de la denuncia. Pero no se halla quien denuncie. Decididamente. ¡Hay pocos hombres! y muchas plañideras.
Sale una película ó una ley contraria a nuestros valores morales y mientras unos sudan y son perseguidos por formular denuncias contra esos hechos otros sólo saben quejarse y vociferar sin hacer nada útil