XIII.- UN MISMO PENSAR
El alma es principio de la vida y unidad del ser humano. Dos almas en un cuerpo serían dos hombres con un cuerpo: un monstruo. De la misma manera, la unidad de pensamiento es el principio de unidad del ser colectivo y el principio vital de toda organización. Muchos pensamientos directivos en una colectividad acabarían por dividirla y matarla. (En España tenemos un ejemplo con la división del país en Autonomías)
La unidad en el pensar es un vínculo dulcísimo y fortísimo. No hay cosa más alegre que vivir con quien piensa y siente como nosotros. Ni cosa más horrenda que lo contrario. El vínculo más estrecho sobre la tierra, el de los esposos, se deshace como la sal en el agua, cuando no se entienden. En cambio dos personas extrañas coinciden en su modo de ver y sentir, y se unen tan estrechamente por la amistad, que llegan a no poder sufrir la separación.
Para llegar a la unión en el modo de pensar, será necesario:
1.° Que todos admitamos, no sólo los dogmas, sino otros principios comunes a todos. Aceptar sólo los dogmas es reducirse a no ser herejes. Si los hijos dijeran a sus padres: como ustedes no son infalibles, podemos pensar y hacer lo que queramos, ¡adiós familia!
2.° Que todos interpretemos los documentos pontificios y de las autoridades de la Iglesia acertadamente, no sólo con lealtad, que se supone en todos, sino con verdad. Porque sucede que cada cual los interpreta a su modo: unos dicen que dice blanco y otros que dice negro.
3.° Aunque la unidad de pensamiento se debe exigir a todos, podemos tener la seguridad moral de que no ha de conseguirse de todos. Podemos darnos por satisfechos con que se logre de una buena mayoría. La razón es que el modo de pensar sigue al modo de ser. Un hombre violento y otro tranquilo no pueden pensar lo mismo en cuanto al modo de luchar: el uno querrá que a palos, y el otro con persuasiones. La dificultad de unirse en el modo de pensar no está muchas veces en las doctrinas, sino en los métodos: no es cuestión de inteligencia, sino de temperamento.
4.° Contribuirá a la unidad, la claridad en las ideas, en punto al valor relativo de las cosas que amamos: primero, los que la Iglesia enseña y luego todo lo demás, por su orden de graduación. En el orden especulativo, coincidimos todos en esta estima; en el orden práctico, no.
5.° La verdad es un vínculo fortísimo de unión; como el error es una fuerza disolvente. Por eso la Iglesia Católica es la mayor unidad y fuerza moral del mundo, porque es la cátedra de la verdad.
6.° Ningún hombre, fuera del Papa cuando habla ex cathedra, acierta siempre con la verdad. Por consiguiente, es preciso busque fuera de sí todas las garantías de acierto posibles. Todo director ha de tener su consejo de hombres prudentes, que le ayuden a encontrar la verdad. Si lo son y juzgan unánimemente, la más elemental discreción aconsejará que el que preside se atenga a ese parecer. Imponer al consejo su propio criterio es anularlo, exponerse a errar y sembrar el germen de la división.
7.° Se fomenta la unidad de pensamiento con la formación de los dirigentes. Cuando se es uniforme, las masas fácilmente siguen la dirección única. Esta es una razón más que aconseja la educación esmerada de los selectos; esmerada e idéntica.
8.° En las asociaciones, la unidad en el pensar exige la eliminación de los que disienten en cosas de monta: antes que la disparidad de criterios es preferible la amputación de los díscolos que con su presencia difunden la división.
9.° La unidad en el modo de pensar tiene una fuerza incontrastable; porque a esa unidad sigue lógicamente la unidad en el querer y a ésta la unidad de acción y a ésta la fuerza, que nace de la suma de muchas fuerzas. La unidad de pensamiento es la base primera de toda unión.