XVII.- SABER ENTENDERSE

Difícil es saber entenderse con todos. Con los de arriba, con los de en medio y con los de abajo. Difícil, pero tan preciso, que el que carece de esta sabiduría se expone a sufrir indeciblemente.

Alguien creerá que esto es un modo de hacer vividores. No, es un consejo racional y cristiano. Saber entenderse con todos supone una virtud notable; porque significa callar muchas cosas que quisiéramos decir, no responder a muchas que quisiéramos contestar, no darse por entendidos de chismes que sabemos perfectamente, hacer que no hemos oído lo que sí hemos oído con molestia grande, acomodar nuestro gusto al gusto contrario de los que con nosotros viven, sufrir benignamente las descortesías manifiestas de otros, tratarlos con igualdad a pesar de las diferencias de carácter, tener para todos palabras corteses y benignas. ¿Que han de ser estas cosas de vividores?

Tan maravillosamente ha dispuesto Dios las cosas, que cada uno de nosotros es una cruz para los demás. Los padres para los hijos, y viceversa; los criados para los amos, y viceversa también. Sólo con uno que nos contraríe es cosa difícil de llevar bien. ¡Qué ejercicio de virtud no supondrá vivir contrariado por tantos cuantos son los que nos rodean! No nos hagamos ilusiones; el hombre más condescendiente y bondadoso ejercita mil veces la paciencia de los que le rodean. ¿Qué haremos los demás? Los demás, sencillamente, nos molestamos los unos a los otros sin querer por nuestras infinitas diferencias de educación, de carácter, de gustos, de sentimientos, de ideas. Saber, pues, entenderse con los iguales, sobrellevando todo eso pacientemente, es cosa de héroes.

Para con la autoridad debería bastar la educación y consiguientemente los deberes de trato para con ella que impone sólo este criterio humano. Y nada digamos de la necesidad por razones de índole inferior, a saber, porque rota la armonía, se quiebra la cuerda por lo más delgado. Pero aparte de eso, están los motivos sobrenaturales. Y aun la paz nuestra, no en cuanto es comodidad propia, sino preparación para llevar la cruz de lo más resignadamente.

Saber entenderse el superior con los de abajo es, que cumpliendo cada cual con su deber, vivan los súbditos con satisfacción interior. Y para que vivan así ha de saber conceder lo razonable, cortar lo intolerable, disimular en lo accesorio, urgir sin atosigar en lo conveniente, estimar con sinceridad a los que le están sujetos. Saber entenderse con todos es el gran principio de unión.