XXIII.-MÉTODOS NUEVOS

¡Qué bonito papel haríamos si ante una invasión extranjera, saliéramos a su encuentro armados de flechas y catapultas! Nuestros adversarios nos combaten con formidables instrumentos de propaganda modernos: la prensa, el cine, la radio, las organizaciones y partidos sin Dios, la leyes subvertidoras del orden, la escuela laica, el Internet.

Nosotros, muchas veces, les contestamos con cosas miserables, con tocar las campanas de la iglesia, con asociaciones pequeñas en las que se regala un ticket para un rifa; ¿Se podrá creer? Pues hay sacerdotes que se espeluznan ante la idea de predicar con radio, y religiosos que se niegan a colaborar con las asociaciones en defensa de la fe, de las buenas costumbres, muchísimos seglares, sacerdotes y religiosos no conocen siquiera el nombre y existencia de las armas con que nos trituran nuestros enemigos, y lo notable es que se justifica esta conducta diciendo que no hay más solución que predicar el Evangelio. ¡Como si los que propugnan el uso de todos los medios modernos pusieran su esperanza en el Coránl No; ponen su esperanza sólo en el Evangelio; pero predicado y difundido por todos los medios lícitos que pone el progreso en nuestras manos.

Los españoles sentimos horror a lo nuevo: en los medios de apostolado, en los métodos de enseñanza, en todo. Y ¡ay de quien se atreva a lo contrario! No se librará de nuestras uñas, sea quien fuere. ¿No lo habéis visto? Coged un pavo: ponedle al cuello un trapito, soltadle en el corral y veréis cómo arremeten contra él no sólo los otros pavos, sino hasta los pollos y aun las gallinas. Da lo mismo que el trapo sea blanco que rojo; lo mismo que sea un pingajo que sea un lacito de seda; ¿es una novedad? Pues duro con el innovador. ¡Cuántas veces los imitamos los hombres!