V.- LA POLÍTICA Y LOS JÓVENES

En lo que atañe a la intervención de los jóvenes en la política, hay ciertas normas que parecen claras:

1.- No conviene la participación en la política de los que son demasiado jóvenes.

2.- Por jóvenes no pueden entenderse todos los comprendidos entre los veinte y los treinta años; porque si a los veinticinco no está un sujeto capacitado para intervenir en la política, ¿cuándo lo va a estar? A esa edad se está en el ejercicio pleno de las facultades de los derechos civiles y políticos, de la capacidad para crear y dirigir una familia.

3.- La edad mínima podría ser la terminación de la carrera, es decir, de los veintitrés a los veinticinco años. Acabada ésta, debe estar ya completa la formación moral y religiosa, causa por la que no conviene ingresen en la política los que no la tienen adquirida.

La doctrina sobre la intervención de la juventud en la política es clara. Pero la doctrina es una cosa y la realidad es otra. La realidad es que cuando una ciudad está sitiada, hasta los niños han de ayudar a su defensa. ¡Y nadie defiende que los niños han de ir a la guerra!

La realidad necesaria es que los jóvenes han tenido que levantar el espíritu público en épocas de opresión, véase lo que ocurre en los países árabes actualmente o en la Venezuela de Chávez, la juventud, pues mientras que los varones sesudos deliberaban sobre cuál era su deber o se recluían en sus casas, los jóvenes tuvieron que defender en las calles la libertad, la patria o en otras épocas la religión.

De modo que la doctrina evidente es que los jóvenes no deben mezclarse en la política, y la realidad evidente que no han tenido más remedio que mezclarse en ella mientras duraron determinadas circunstancias en su países.

Cuando hay juventudes anarquistas, socialistas, ateas, radicales, feministas radicales etc., legiones anticatólicas que combaten con el ardor propio de los pocos años a los partidos católicos, ¿cómo era posible prescindir en absoluto de las juventudes que sean católicas?

Sin embargo, queremos en cuanto está de nuestra parte, cortar también el exceso de pasión de los jóvenes en la política.