3.- Disciplina y pundonor

El castigo, necesario como excepción, es funesto como costumbre. Debe por consiguiente, acudirse a otros resortes para formar a las personas; entre los cuales el primero es el de la virtud, y después, debido al orden natural, el del pundonor.

Un amor propio que consiste en la conciencia del deber cumplido, en la estimación ajena, pero justa, del valer propio; no son cosas incompatibles ni con la modestia cristiana, ni con el amor a la virtud sólida. Porque todo eso puede compaginarse con un conocimiento justo del valer propio .y el amor de los educadores, de los compañeros y de los familiares; y es el camino natural por donde se llega a poder ocupar puestos distinguidos en la sociedad.

El resorte del honor, el orgullo de las cosas bien hechas, como premio debido al talento y al proceder recto y virtuoso, tiene una fuerza inmensa para hacer observar la disciplina, también en la  sociedad política, donde se ha de premiar la virtud y castigar el vicio. El mismo Dios nos estimula a los hombres a cumplir su ley con premios y castigos. El pundonor es una fuerza dulce y poderosa.